Un joven de 18 años masacró a una decena de personas, la mayoría negras, en Buffalo, Estados Unidos.
Por Antonio Salgado Borge
Esta masacre fue motivada por el odio. Payton Gendron, su perpetrador, compartió un manifiesto en internet donde repitió tropos racistas, incluyendo la teoría de conspiración llamada “gran reemplazo”; la idea de que existe un plan siniestro para que la población de color sustituya a la población blanca en países como Estados Unidos.
El crimen de Gendron no es un evento aislado. En realidad, estamos ante un eslabón de una cadena cada vez más larga de ataques motivados por el odio racial.
La pregunta obligada es: ¿cómo es posible que este tipo de incidentes sean cada vez más frecuentes?
En este artículo intentaré responder a esta pregunta presentando lo que a mi juicio son cuatro ingredientes clave en la receta con que se cocinan estas tragedias. Argumentaré que cada uno de estos ingredientes debe ser atendido y eliminado si se quiere evitar que estas masacres sigan repitiéndose.
Primer ingrediente: Frustración
El primer ingrediente en nuestra receta es la conocida frustración que experimentan las personas abandonadas por el sistema político o económico.
Si bien en Estados Unidos estas personas pertenecen tradicionalmente a grupos étnicos minoritarios, la globalización y el modelo neoliberal han producido un retroceso significativo en la calidad de vida y expectativas de las personas blancas.
La pérdida de empleos en sectores como el manufacturero y la nula posibilidad de movilidad socioeconómica, aunadas a que Estados Unidos es el único país rico sin un sistema de seguridad social, han generado una espiral de descomposición en un buen número de comunidades.
Este fenómeno ha sido una de las causas fundamentales del resentimiento en contra de todo aquello que se percibe como opuesto al orden tradicional. Esto incluye la idea de que todos los seres humanos somos igualmente valiosos por el simple hecho de ser humanos.
Así, un buen número de hombres blancos –histórica y estructuralmente tratados como superiores en Estados Unidos– han encontrado que no hay algo que los diferencie de grupos marginados y oprimidos durante siglos.
No es sorpresa entonces que los prejuicios de muchos hombres blancos se hayan potenciado o externalizado contra las mujeres, las personas LGBTI+ o las personas de color.
En el peor de los casos, la expansión de estos grupos es interpretada como causa del deterioro generado. Es más fácil hacer de otros chivos expiatorios que entender las consecuencias de las políticas conservadoras de Ronald Reagan y sus seguidores.
En el mejor de los casos, la presencia de grupos minoritarios es una excusa perfecta para asegurar algo de lo perdido. En su frustración y desesperanza, hay quienes encuentran consuelo en el despropósito de que cuando menos a nivel genético, los blancos siguen siendo “superiores”.
Segundo ingrediente: foros radicalizados
El segundo ingrediente en la receta con que se cocinan tragedias como la de Buffalo es el conformado por los espacios de radicalización en redes sociales.
Payton Gendron transmitió la masacre que perpetró en vivo y en directo. Lo hizo en Twitch, una aplicación de contenido audiovisual muy popular entre personas jóvenes. Y su objetivo era específicamente, reforzar a quienes piensan como él y sumar adeptos a su causa.
Aunque el video también fue bloqueado eventualmente por las principales redes sociales, su difusión en los foros que existen en las alcantarillas de internet continua su curso.
Es un hecho documentado que existen espacios que, con el pretexto de defender la libertad de expresión, albergan a grupos racistas, sexistas y homofóbicos. Dentro de estos ecosistemas existen enganchadores; es decir, individuos que intencional y gradualmente buscan radicalizar a otros.
Alguien puede empezar en espacios que toleran bromas racistas –por ejemplo, jugando videojuegos en línea–, para saltar de ahí a otros espacios donde ya no se disimula con humor y encontrar en estas conexiones foros donde ya no es claro si la violencia de la que se habla es real o inventada.
También es sobradamente conocido que estos espacios atrapan principalmente a hombres blancos y jóvenes. Ahí es posible encontrar un sentido de comunidad que la sociedad contemporánea dificulta. Y también se abre la puerta a expresar la frustración que constituye nuestro primer ingrediente.
Fue precisamente en estos espacios donde Gendron conoció el video de otra masacre racista: la de Christchurch. Este evento le inspiró y quiso emularlo. También fue ahí donde el joven publicó el manifiesto donde, de acuerdo con The New York Times, detallaba su plan para matar tantas personas negras como le fuera posible, el tipo de pistola que iba a utilizar, la línea de tiempo que iba a seguir e incluso lo que comería antes.
Actualmente no existen las condiciones para bloquear la circulación de nuevos videos de este tipo. Tampoco hay forma de evitar su perpetuidad en las alcantarillas del internet o el uso de estos foros para alentar, planear discutir actos de terrorismo racista. La regulación y vigilancia estatales son casi nulas y las redes están a cargo de su propia moderación y políticas de uso.
Tercer ingrediente: políticos mezquinos
El tercer ingrediente en la receta con que se cocinó lo ocurrido en Buffalo es el deseo de algunos actores políticos de capitalizar el odio.
Algunos integrantes del Partido Republicano no han dudado en utilizar el odio y la ebullición en foros subterráneos, los dos ingredientes mencionados arriba, para obtener réditos electorales. Y este grupo no se ha conformado con beneficiarse pasivamente de este fenómeno; parte clave en su estrategia es radicalizar y movilizar a estos grupos.
El más claro ejemplo de ello es Donald Trump. Cuando llegó al rally en el que incitó a sus seguidores a tomar el Capitolio, ese expresidente sabía que en las alcantarillas de internet se había planeado esa toma. Trump ni siquiera tuvo que ser explícito en su mensaje; lo único que requirió fue decir las palabras correctas en el momento preciso.
Lo mismo es cierto de la facción que comanda dentro del Partido Republicano –conocida como MAGA– y del ecosistema de propagandistas a su servicio que han hecho de esas personas parte de su base más fiel de seguidores.
Esta interconexión está siendo reproducida por políticos MAGA a nivel nacional y local en Estados Unidos. Para efectos de este texto, dos elementos son destacables.
El primero es que explícita o implícitamente, la teoría del “gran reemplazo” ha sido avalada por buena parte de estos políticos. Con ello, estos actores dan legitimidad y difusión mainstream a esa teoría.
El segundo es que existen avales similares en otros ámbitos. Por ejemplo, recientemente representantes del Partido Republicano han emprendido una embestida contra la comunidad LGBTI+, a quienes se acusa, sin fundamento alguno, de ser pedófilos y de querer pervertir a los niños.
Este tipo de discurso está diseñado para reverberar en los foros homofóbicos en internety para unir y movilizar a la base homofóbica de ese partido.
Es fácil ver cómo nuestro tercer ingrediente –la mezquindad política– se puede mezclar con los anteriores – es decir, con el resentimiento y la radicalización en redes–.
Si en los foros radicales en las alcantarillas radicalizadas de internet se repite con insistencia la teoría de conspiración que dice que las personas de la comunidad LGBTI+ son pedófilas y pervertidoras de menores, y si este discurso es avalado y alimentado por actores políticos importantes, es cuestión de tiempo para que un hombre desquiciado irrumpa disparando en un espacio asociado con esa comunidad.
Cuarto ingrediente: armas semiautomáticas
Nuestro cuarto y último ingrediente es la política de tolerancia que hay en Estados Unidos al mercado de armas de asalto.
El problema es que, con pretexto de garantizar la protección personal, dispositivos semiautomáticos que en otros países son considerados de uso exclusivo del ejército son comercializados con casi ningún control en la vía pública.
Esta problemática es de sobra conocida, pero por desgracia está muy lejos de empezar a ser solucionada.
Por principio de cuentas, la poderosa Asociación Nacional del Rifle y los políticos patrocinados por ésta llevan décadas en campaña permanente, para evitar una mayor regulación o controles. Esta campaña es tanto mediática como legislativa.
En buena medida como consecuencia de ello, en parte de la población estadounidense está muy arraigada la idea de que tener armas semiautomáticas es un derecho. La mayoría de las personas piensa que no es necesario modificar radicalmente las restricciones que existen actualmente.
Lo anterior significa que, en tiempos tan problemáticos y competidos, es muy complicado que algún político demócrata decida comprar este pleito.
El joven resentido y radicalizado en internet que compró la teoría de reemplazo promovida por la facción MAGA hubiese ocasionado un daño mucho menor si hubiese estado limitado por la capacidad de su armamento.
La velocidad y las municiones de un revólver son muy inferiores a las de un arma semiautomática. El primero da más margen de escape a las víctimas y aumenta exponencialmente la eficacia de la reacción de los cuerpos de seguridad presentes.
Pero hay poco que se pueda hacer cuando quien dispara lo hace a ráfagas y sin necesidad de detenerse para recargar constantemente.
Conclusión
Hemos revisado los cuatro ingredientes principales con que se cocinó la tragedia de Buffalo. Si se quiere replicar lo ocurrido, basta con procurar lo siguiente:
Empiece por avalar un sistema económico y político que genere abandono y resentimiento.
Luego permita la expansión de foros donde las personas resentidas puedan canalizar sus peores impulsos en contra de sus semejantes y de videos que glorifiquen los actos de los radicales.
Incluya ahora a políticos mezquinos que busquen utilizar los dos ingredientes anteriores para movilizar a sus bases y obtener ganancias electorales.
Finalmente, garantice que, casi cualquier persona, incluidos los jóvenes de 18 años claramente radicalizados, puedan acceder a armas semiautomáticas.
El guiso final puede tener variaciones dependiendo del contexto. Pero mientras estos cuatro ingredientes estén presentes, el resultado no puede ser distinto a la tragedia.
*Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo)
Facebook: Antonio Salgado Borge
Twitter: @asalgadoborge
Terrible situación , toda una tragedia